Según se acerca el final del año, se empieza a sentir también la llegada de la Navidad. Tanto en España como en Bélgica, los niños empiezan a portarse mejor que durante el resto del año (o no tan mal). Puede ser que este extraño fenómeno sea un efecto del espíritu navideño, cargado de buenas intenciones, aunque también puede que tenga algo que ver la esperada recompensa de regalos y golosinas de los Reyes Magos, fruto de este correcto comportamiento.
Sin embargo, los niños belgas no conocen a Melchor, Gaspar y Baltasar. No saben que si son buenos durante todo el año y les escriben una carta, vendrán en camello desde Oriente cargados de regalos. Pero no os preocupéis, no es que a los Reyes Magos se les haya olvidado este pequeño país, no es necesario que los avisemos para encargarles más trabajo, con el suyo ya tienen suficiente. De los regalos de los niños belgas y holandeses se encarga un entrañable ancianito de larga barba blanca, llamado San Nicolás, quien cada 6 de diciembre llega desde España en su barco de vapor y desembarca para ir de casa en casa a lomos de su caballo blanco, Américo, dejando dulces y chocolates para los más pequeños.
La tradición cuenta que San Nicolás fue un obispo de Mira, en la actual Turquía, en el siglo IV. Esto explica su indumentaria, que consiste en una túnica blanca, una capa roja, una mitra en la cabeza –símbolo de la autoridad eclesiástica– y un cayado dorado, tal y como nuestro joven colaborador de seis años, Pedro Muñoz, nos muestra en su dibujo. Debido a su avanzada edad, San Nicolás ya no está como para hacer todo este trabajo él solo, por lo va siempre acompañado de un ayudante Zwarte Piet (en neerlandés «El Negro Pedrito») que hace el «trabajo sucio»: porta los regalos y desciende por las chimeneas para dejarlos en los zapatos de los niños.
La vida del Santo está marcada por numerosos milagros, que no son desconocidos por los españoles, ya que es considerado patrón de los marineros. Se cuenta que en un viaje de peregrinaje a Jerusalén, un fuerte viento arrastró uno de los mástiles del barco en el que estaban, golpeando a un marinero y matándolo. Sin embargo, gracias a las oraciones del Santo, el marinero resucitó.
Se dice también que hubo una vez tres hermanas que, por no poseer dote, no podían contraer nupcias, así que decidieron seguir una vida libertina. San Nicolás, para evitarlo, les dejó durante tres noches consecutivas tres bolsas llenas de monedas de oro. Puede que de esta antigua leyenda venga la tradición de repartir dulces, aunque también existe la hipótesis de que es una costumbre con raíces precristianas, según la cual había que esparcir los regalos -por aquel entonces frutas y otros símbolos de la fertilidad- para fomentar las buenas cosechas.
A pesar de todas sus proezas en vida, la fama, como a muchos otros grandes hombres, le llegó después de su muerte, un 6 de diciembre del año 342. Como consecuencia de la invasión turca de Asia Menor, sus restos fueron llevados a Bari, en el sur de Italia. Esta ciudad fue conquistada por Alfonso V de Aragón por lo que, con el tiempo, perteneció a España. De aquí surge la tradición según la cual San Nicolás viene de España, pues cuando sus restos se encontraron en Bari, esta era una ciudad española. Esta idea, además, guarda relación con los buques mercantes españoles que, en el siglo XVI, llegaban a Holanda cargados de valiosos obsequios y manjares.
Su origen español podría explicar el color de su ayudante, Zwarte Piet, pues nos encontramos en la época de la España árabe, por lo que su sirviente no sería negro, sino un árabe de Al-Andalus. Esta teoría es, sin embargo, muy discutida. Hay quien dice que es un demonio al que San Nicolás obligó a realizar actos piadosos. Según otra versión, San Nicolás habría comprado la libertad de un niño etíope llamado Piter en el mercado de esclavos de Mira. El niño, agradecido por su liberación, habría decidido acompañar y servir a San Nicolás. Hay versiones para todos los gustos. Otro rumor popular dice que el motivo del color no es una cuestión de raza, sino que se debe al hollín que cubre su cuerpo, al andar a menudo entre chimeneas. Zwarte Piet no sería, según esta teoría, más que un deshollinador italiano.
A lo largo de los siglos fueron muchos los que quisieron «prejubilar» al Santo. Por un lado, los calvinistas consideraban que era una celebración demasiado pagana, mientras que a los protestantes lo que no les gustaba eran todo lo contrario: sus tintes papales. A pesar de todas las prohibiciones, la gente siguió conservando la tradición en sus hogares y en el siglo XIX salió de nuevo a las calles, proclamándose por todo lo alto la existencia y el respetable oficio del Santo, que siempre se mantuvo «al pie del cañón».
Hoy en día, San Nicolás tiene un libro con el nombre de los niños que se han portado bien durante el año y les deja chocolates y regalos, mientras que a los malos se los lleva a España dentro de su saco. Así que ya sabéis, si queréis tener regalos esta Navidad, hay que ser buenos todo el año (no sólo los últimos meses), a no ser que queráis volver España por Navidad en un saco no muy confortable. Es más rápido el avión y nunca sabes lo que te puede pasar en manos de este ancianito y del travieso Zwarte Piet.
Cristina Algarra