Hace dos décadas, la Bienal de Arte de Venecia, uno de los encuentros más importantes del mundo en la materia, se vio obligada a expulsar en dos ocasiones a un pintor empeñado en permanecer bajo su sábana blanca, como testigo impertérrito de la exposición, y cuyo personaje ya era conocido en Bélgica como Straatman (hombre callejero en neerlandés).
Para su edición de 2011, la Bienal vuelve a recibir a tan curioso personaje, aunque ya en sus hechuras normales y como representante normalizado de uno de los países participantes. Su nombre es Ángel Vergara y estará en el pabellón belga de Venecia elegido por la comunidad francófona de este país. Una buena carta de presentación para un artista de nacionalidad española que llegó a Bélgica aún siendo niño como emigrante desde su Mieres natal, en Asturias, en 1964.
Es el pequeño triunfo de la emigración en el terreno artístico. “Se puede leer así, me puedo sentir en cierto modo un poco representante de eso. Son pocos los artistas que vienen de un medio social más obrero”, explica, haciendo referencia a sus orígenes humildes, ya que sus padres eran mineros en Asturias. “Cuando quise ser artista siempre me ayudaron y me empujaron, menos mal. Pero al mismo tiempo estaban intranquilos, porque en los años 70 ir a una escuela de arte no era lo más normal. Ahora ir a Venecia representando a la comunidad francesa demuestra la apertura que puede tener un país como este, donde no se nos percibe ya como la emigración que fuimos. Picasso siempre fue considerado francés en Francia, no me comparo con él pero por el hecho de llevar aquí tanto tiempo, cuando voy a España la gente me dice que soy belga”.
Un belgañol que se ha hecho paso poco a poco en el mundillo del arte con mucho esfuerzo. Su primera visita a la Bienal veneciana fue sin invitación, encarnando al personaje con el que ya había recorrido Bruselas o Amberes, Straatman. Vergara utilizaba la calle como un taller-laboratorio, se cubría con una sábana blanca, como un lienzo o una pantalla de cine, pero también como los fotógrafos hacían antiguamente, con la tela negra que sólo dejaba pasar la luz a través de la cámara. “Con la sábana blanca la luz pasa por todos los sitios y me permite realizar una pintura bajo ese taller portátil y ligero que me pone en una situación muy particular. Me puedo situar dentro de la realidad y tomar nota y pintar a la vez que se produce la acción, recogiendo toda la información que se produce a mi alrededor”, explica.
De esa guisa, Vergara acampó, literalmente, frente al pabellón belga en la muestra de arte hace 22 años. La exposición de aquella edición era una casa preconstruida típica flamenca dentro del mismo pabellón. El artista pensó que sería una magnífica forma de emular las muñecas rusas y se metió dentro de una tienda, bajo su sábana blanca. La iniciativa fue todo un éxito. Público y prensa comenzaron a amontonarse a su alrededor y al final la organización lo echó. Vergara pidió refugio en el pabellón americano, con Jasper Johns, pero también le echaron.
Ahora vuelve a Venecia por la puerta grande y con un proyecto ganador llamado Feuilleton (culebrón en francés) con el que pretende llenar el pabellón belga. “Es una palabra francesa que aún se usa en las páginas de cultura de los periódicos alemanes. Ahí se publicaban escritos serializados, y uno de ellos fue Los siete pecados capitales”, contextualiza. Alrededor de esa idea ha montado su obra, una mirada al mundo contemporáneo a través de la corrupción mediática, con imágenes y pinturas.
“Hay un gran friso con siete proyecciones que juegan un poco como una serie televisual, tipo Les Experts (CSI en su título original). No pretenden ilustrar ni contar, son sólo índices de los pecados. Imágenes del mundo que una junto a otra, o sobrexpuestas, adquieren sentido”. Para las salas exteriores ha preparado una serie de pinturas sobre vidrio sobre las que se jugará con proyecciones, de forma que “en la transparencia se pueda ver la ausencia de esa imagen, se refleje el propio espectador… Hay varias lecturas”. Ángel Vergara también realizará in situ una de las obras, una pintura mural. Pero nada de lo que se mostrará en Venecia puede enseñarse aún, el misterio no se revelará hasta la Bienal Veneciana, del 4 de junio al 27 de noviembre de 2011.
Esther Iorfida