Es decir, «adiós a la carne«. Este es el significado de la palabra Carnaval, fiesta cuyo origen se remonta a épocas ancestrales.
En todas las etapas de la historia de la Humanidad han existido siempre fiestas en las que se subvertía el orden establecido y se invertían los roles tradicionales, dando rienda suelta a todo tipo de apetitos y expresando en voz alta opiniones que habían de callarse el resto del año. Normalmente eran fiestas relacionadas con la religión, se celebraban en honor de algún dios o se realizaban como desquites previos a períodos de abstinencia marcados por las distintas religiones. La más antigua que se conoce se celebraba en la antigua Babilonia en honor del dios Marduk y marcaba el inicio de la primavera: los siervos daban órdenes a los amos y un reo disfrutaba de los privilegios del rey, que a su vez era tratado como un criado; las celebraciones duraban cinco días, al cabo de los cuales el reo era ajusticiado y de esta manera el rey y todo el pueblo expiaban sus culpas y obtenían el perdón del dios.
Normalmente con estas fiestas se despedían los largos días de invierno, y con la llegada del Cristianismo esta despedida se mezcló con la de la carne, que se hacía antes de la Cuaresma, que como es sabido empieza con el miércoles de Ceniza, es decir, cuarenta días antes del Domingo de Ramos. El Carnaval actual es un heredero directo de la tradición cristiana, sin la idea de la Cuaresma no existiría tal y como lo conocemos desde la oscura Edad Media: durante unos días, «Don Carnal» triunfa sobre «Doña Cuaresma», que reinará después hasta Jueves Santo.
El Carnaval es además una fiesta cargada de símbolos y rituales. En épocas de opresión constituía una válvula de escape, y además de su significado religioso, ha tenido un significado político y social muy importante. En España, el Carnaval se celebra de manera diferente en cada rincón, desde Tenerife hasta el Entroido gallego.
Pero la verdad es que hoy por hoy, cuando pensamos en Carnaval, pensamos en disfrazarnos, en bailar, en beber y en pasarlo bien. Los niños van disfrazados al colegio sin pretender transgredir norma alguna y los mayores participan en concursos de disfraces pensando más bien en divertirse que en luchar por la libertad o en desquitarse de una Cuaresma que en todo caso y como mucho consiste para algunos en no comer carne los viernes.
Acojamos pues a D. Carnal con alegría y transformémosnos si es necesario en chirigoteros de Cádiz para ver si así llega antes la primavera.
Que ustedes lo pasen bien y ya saben…
“CARNE VALE”
Marta Sanz